lunes, 18 de enero de 2016

La Negritud de Bolívar Eloy Reverón

La realidad con respecto a la negritud o la supuesta indianidad de Bolívar no ha convencido a buena parte de la población venezolana aunque ha sido aclarada por los especialistas en antropología forense venezolanos, avalados por la experiencia y alto nivel de prestigio mundial con que ellos cuentan. Si consideramos que en el siglo XXI, está comprobado que la humanidad entera tiene su origen en África, ese conocimiento tardará mucho en internalizarse en la ideología racista todavía imperante. No obstante lo señalado vamos a dar a comentar algunas imágenes de Simón Bolívar, poco difundidas, tal vez por los mismos motivos racistas.
En la sociedad del siglo XIX, el color de la piel era un certificado para la aceptación social. Lo que hace equivalente a un tono más oscuro, con un grado de exclusión en la escala social. La negritud o la indianidad era sinónimo de puerta cerrada a la condición de noble aunque contara con el dinero para compran esa gracia. Solo el poder real, vale decir, el poder del Rey, claro está mediante el pago por ese derecho podía cambiar esa realidad.

De allí proviene una tradición histórica que se conoce como “El Nudo de la Marín”. El simple hecho de referirse a la bisabuela paterna del Libertador en términos tan despectivos como “La Marín”, ya se aprecia la carga ideológica que trae la tradición mantuana.

Algunos escritores godos se han avergonzado de esta presunta negritud del Padre de la Patria, pero con sentido ético suficiente para no negar la carga documental del hecho, o no esconder las piedras que hicieron sonar ese río de rumores. Ellos se refieren en términos de las circunstancias del nacimiento de María Josefa Marín de Narváez, y el matrimonio en «artículo mortis» de Pedro Domingo de Ponte y Andrade Montenegro y Marín de Narváez, quien fuera cuñado de Juan de Bolívar y Martínez Villegas, abuelo paterno del Libertador con su concubina, una «negra de calidad» llamada Lorenza María.

Otra agravante a favor de su negritud es la ausencia de títulos nobiliarios que en aquella época se podían adquirir, siempre y cuando no se le encontrara en las investigaciones genealógicas, ningún nudo racial, algo así como un certificado de blanqueo, u otro origen de piel oscura en su árbol genealógico. Los Bolívar tenían suficiente dinero como para comprar eso y mucho más. Sin embargo, el antecedente de “blanqueo” no llegaba a tanto como para admitir grado de nobleza.

La gente carente de sentido de la ética profesional, juzga a los demás por su propia condición, simplemente dice: “Chávez pagó para que le hicieran ese Bolívar con rasgos negroides. El tema es que resulta menos inverosímil pensar que los retratos de Bolívar más conocidos, son aquellos donde una mano subjetiva dirigiendo el pincel, hiciera resaltar su herencia vasca. Pero existen algunos retratos de autores que no tuvieron motivo para hacerlo. Por eso mostraremos otro aspecto del argumento, la iconografía. A eso debería responder esta reflexión. ¿Todos sus pintores fueron objetivos a la hora de delinear sus rasgos sobre el lienzo? ¿Tenían necesidad de ello?  

El racismo imperante en el siglo XIX, mayor y más intenso que el actual: ¿no consideraría normal blanquearle los rasgos, como quien retoca el negativo de una fotografía de retrato? Habría que someter al juicio de expertos aquellas líneas de su imagen que mi ojo profano encuentra semejante a rostros de cultura masai, que he logrado retratar en la ruta del cacao de la costa venezolana. ¿Sería sacrílego someter sus restos a una prueba de ADN?  Estas notas son anteriores a los estudios de antropología forense realizados.

Finalmente el origen de este término "nudo de la Marín" al parecer proviene de la mala voluntad del escribano venezolano Rafael Diego Mérida y el político y militar peruano José de la Riva Agüero, enemigos políticos del Libertador. Doña María Josefa Marín de Narváez, nació en el año de 1668, y bautizada en la catedral de Caracas el 26 de abril del siguiente año, según consta en el Libro V de Bautismos de Blancos; hija natural reconocida del capitán Francisco Marín de Narváez.  La condición de su nacimiento, y la caballerosidad del padre al mantener oculto el nombre de su madre, fueron nuevas causas de los rumores, porque con su influencia pudo haber hecho no necesitar dispensación para registrar como blanca a la hija de una india, o a una negra como la célebre esclava blanca, Isaura la protagonista de la tele novela brasileña de ese nombre.

Pero existe otro documento: el testamento del capitán Marín de Narváez, del cual puede desprenderse que reconoció tener una hija natural en una doncella principal, cuyo nombre calló por varón, pero no se casó con ella, aunque señala que la falta de necesidad de «dispensación», acusa su raza blanca; y que el término «doncella principal», en los siglos XVI y XVII, tiene la acepción de una sirvienta de piel clara de las grandes señoras.

Dicho lo anterior dejamos a juicio, los rasgos destacados por dos pintores, uno identificado como Simón Bolívar, libertador de su patria, cuyo autor es anónimo perteneciente a la colección del doctor Leonardo Altuve Carrillo, Caracas, el cual hace referencia: Edición Príncipe del Canto a Junín, París, 1826.

Pero mucho más marcados los rasgos en el pincel de José María Espinoza, realizado en Bogotá durante los últimos años de su vida, después de 1828, antes de 1830, el cual pertenece a la colección del señor Arnold Zingg de Caracas.
 Si realizamos un análisis a la Carta de Jamaica (1815), a la luz de la aventura reciente del Libertador dentro de lo que había sido hasta aquel momento, una guerra civil, llamada entonces guerra de colores, la cual surgió de la crisis de autoridad del Rey, para defender la Independencia declarada el 5 de julio de 1811 por una minoría de la población, donde apenas había un representante por los pardos.

Si revisamos la cronología de la experiencia vivida por Simón Bolívar soportó la discriminación racial, tanto por el bando de los blancos bogotanos que lo apodaban El Longanizo, atribuirlo al color de la piel, resulta lógico si lo vemos fuera del contexto bogotano donde vivía un excluido que vestía con casaca militar roída y usaba condecoraciones y sobrevivía como indigente en los alrededores de la plaza principal.

También están las referencias de Simón Rodríguez en Defensa de Bolívar, donde señala con indignación que aquellos que una vez le tendieron la alfombra a su paso, cuando cayó en desgracia lo llamaban el “sambo ese”.  De manera que el residuo de la degenerada clase mantuana no ha cambiado desde entonces.

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