miércoles, 6 de julio de 2016

Notas para el Pensamiento de Simón Bolívar Eloy Reverón


Las notas que colocamos en el siguiente texto, son resultado de apuntes para asesorías y ejercicios didácticos realizados desde el año 2007 cuando planificábamos las llamadas “Cátedras Bolívar y Miranda” las cuales tuvieron lugar en las aulas del Instituto de Altos Estudios Diplomáticos “Pedro Gual”, bajo los auspicios del Vice Ministerio para Europa en el ministerio del Poder Popular Para las Relaciones Exteriores, entonces a cargo de Rodrigo Chaves Samudio.
Eloy Reverón México DF 2010

En aquellos días compartía esa responsabilidad con la doctora María Calderón, compañera de funciones el dicho viceministerio. Allí nos dimos cuenta de lo útil y necesario que resulta establecer los contactos del ministerio con la gente para entrar en el sentido del nombre que habían adquirido los ministerios: “del poder popular”, gracias a la iniciativa del presidente Chávez.

Es necesario destapar la olla de la historia para que la gente anote cuáles son los ingredientes que nos nutren desde el pasado.

 Francisco de Miranda desarrolló una visión planetaria recorriendo el epicentro del mundo político de su época durante cuatro décadas de estudioso peregrinar como agente revolucionario de la clase social emergente a la cual pertenecía.


Participó activamente en las tres revoluciones burguesas de su tiempo. Recorrió un mundo de cambios revolucionarios y contribuyó con su teoría práctica (praxis) a que ese mundo se orientara hacia las exigencias políticas de los nuevos tiempos.

Miranda Quería incorporar a su patria, nuestra América, como él la llamó en repetidas oportunidades, a ese proceso de nuevos tiempos que estaba girando hacia la realización de nobles ideales de libertad, igualdad y fraternidad.  

Después de la experiencia mirandiana, aquella visión de teoría de la historia de la resistencia indígena, cuyos primeros progresos había desarrollado en aquellos días, nos hizo asentar la idea de que el INDIO al que se refería SimónRodríguez, somos todos aquellos quienes nos resistimos al neocolonialismo.  

La reflexión histórica llegó al oído de la gente, y sobre todo, a nuestro oído: la voz y los sentimientos del diálogo de saberes compartidos en los talleres, y que cariñosamente llamados talleristas. Esa misma gente maravillosa que hace posible esta experiencia, del proceso de cambio de paradigmas reconocido como Revolución Bolivariana.

A estos compañeros, y a los que se van incorporando a este diálogo de saberes, dedico este folleto. Pero sobre todo, para que su lectura sea material de discusión en las próximas jornadas que nos esperan.

El presente material didáctico está presentado en varias etapas. Una idea principal que esboza la Teoría Bolivariana de la Historia, de la cual se desprenden algunas precisiones conceptuales donde establecemos de manera provisoria algunos conceptos para facilitar la fluidez de nuestras ideas.

Nos referimos a qué vamos a entender por teoría; por historia; resistencia; bolivariana; vectores de la fuerza de dominación colonial y neocolonial; vectores de la fuerza de resistencia liberadora.

Tomada de una diapositiva UNEFA,
Caracas 2016 Autor desconocido
También precisamos nuestra ubicación o localización hermenéutica, la cual está vinculada a una filosofía y una historia que va más allá de la pasión de comprender. Vale decir, nuestro punto de vista crítico enfocado en un objetivo liberador.

Tratamos la historia como la acción de comprender para seguir avanzando en el proceso de transformación integral que heredamos de nuestros padres y antepasados, con la idea de mejorar la realidad de la vida de nuestros sucesores.

Una historia vinculada con las células más diminutas de nuestra vida, hasta los ecosistemas más extensos del Planeta, donde todo tiene que ver con todo, donde no nada que no afecte, para bien o para mal, a la totalidad.

Luego presentamos un instrumento primordial para el proyecto colectivo de construcción de un espacio material y espiritual en función de la liberación la gente, la concepción estratégica de la Historia, la cual nos lleva hacia la dialéctica de la dominación – resistencia – Liberación.

Para entender la historia como estrategia liberadora, definiremos algunos conceptos elementales, pero muy importante manejarlos con propiedad porque expresan ideas fundamentales para alcanzar objetivos políticos liberadores.

Dialéctica de la Dominación-Resistencia-Liberación
Después de la Batalla de Ayacucho
Es ver la realidad material vista desde el momento primordial de la dominación y desde la totalidad territorial invadida nos da cuenta de que cuando fue Quisqueya dominada y convertida en La Española, con ese acto de dominio cultural fue declarada en dominio toda la Indianidad, quien no lo entienda de esta manera es porque todavía está observando la historia con los ojos del amo. Cuando libere integralmente toda nuestra América, habremos alcanzado la Independencia integral. A esta visión de totalidad es que teme el dominador.

Entre los conceptos que traemos para discutir y explicar esta historia están, la independencia integral, colonialismo, comunidad histórica, cultura, sentido histórico.
 
Cosmovisión
de la cultura dominante

Seguidamente introducimos el tema de la dialéctica de la Dominación Resistencia Liberación. Dejamos apreciar el concepto de vector de fuerza de dominio colonial y la Realidad material al inicio de la dominación colonial, comenzando por aclarar la expresión ideográfica de la cosmovisión del opresor, dejar enunciados algunos temas y autores y, complementar la idea con la exposición los reinos periféricos del Mediterráneo, y como expanden geográficamente su cultura para nutrir su filosofía con la experiencia, y justificar lo injustificable. Continuamos insistiendo en reiterar la expresión ideográfica de los vectores de la fuerza opresora, pero representados en oposición de sus correspondientes de la fuerza liberadora, para lo cual incorporamos las flechas en la misma forma que en física se representa la direccionalidad de las fuerzas. 

lunes, 18 de enero de 2016

La Negritud de Bolívar Eloy Reverón

La realidad con respecto a la negritud o la supuesta indianidad de Bolívar no ha convencido a buena parte de la población venezolana aunque ha sido aclarada por los especialistas en antropología forense venezolanos, avalados por la experiencia y alto nivel de prestigio mundial con que ellos cuentan. Si consideramos que en el siglo XXI, está comprobado que la humanidad entera tiene su origen en África, ese conocimiento tardará mucho en internalizarse en la ideología racista todavía imperante. No obstante lo señalado vamos a dar a comentar algunas imágenes de Simón Bolívar, poco difundidas, tal vez por los mismos motivos racistas.
En la sociedad del siglo XIX, el color de la piel era un certificado para la aceptación social. Lo que hace equivalente a un tono más oscuro, con un grado de exclusión en la escala social. La negritud o la indianidad era sinónimo de puerta cerrada a la condición de noble aunque contara con el dinero para compran esa gracia. Solo el poder real, vale decir, el poder del Rey, claro está mediante el pago por ese derecho podía cambiar esa realidad.

De allí proviene una tradición histórica que se conoce como “El Nudo de la Marín”. El simple hecho de referirse a la bisabuela paterna del Libertador en términos tan despectivos como “La Marín”, ya se aprecia la carga ideológica que trae la tradición mantuana.

Algunos escritores godos se han avergonzado de esta presunta negritud del Padre de la Patria, pero con sentido ético suficiente para no negar la carga documental del hecho, o no esconder las piedras que hicieron sonar ese río de rumores. Ellos se refieren en términos de las circunstancias del nacimiento de María Josefa Marín de Narváez, y el matrimonio en «artículo mortis» de Pedro Domingo de Ponte y Andrade Montenegro y Marín de Narváez, quien fuera cuñado de Juan de Bolívar y Martínez Villegas, abuelo paterno del Libertador con su concubina, una «negra de calidad» llamada Lorenza María.

Otra agravante a favor de su negritud es la ausencia de títulos nobiliarios que en aquella época se podían adquirir, siempre y cuando no se le encontrara en las investigaciones genealógicas, ningún nudo racial, algo así como un certificado de blanqueo, u otro origen de piel oscura en su árbol genealógico. Los Bolívar tenían suficiente dinero como para comprar eso y mucho más. Sin embargo, el antecedente de “blanqueo” no llegaba a tanto como para admitir grado de nobleza.

La gente carente de sentido de la ética profesional, juzga a los demás por su propia condición, simplemente dice: “Chávez pagó para que le hicieran ese Bolívar con rasgos negroides. El tema es que resulta menos inverosímil pensar que los retratos de Bolívar más conocidos, son aquellos donde una mano subjetiva dirigiendo el pincel, hiciera resaltar su herencia vasca. Pero existen algunos retratos de autores que no tuvieron motivo para hacerlo. Por eso mostraremos otro aspecto del argumento, la iconografía. A eso debería responder esta reflexión. ¿Todos sus pintores fueron objetivos a la hora de delinear sus rasgos sobre el lienzo? ¿Tenían necesidad de ello?  

El racismo imperante en el siglo XIX, mayor y más intenso que el actual: ¿no consideraría normal blanquearle los rasgos, como quien retoca el negativo de una fotografía de retrato? Habría que someter al juicio de expertos aquellas líneas de su imagen que mi ojo profano encuentra semejante a rostros de cultura masai, que he logrado retratar en la ruta del cacao de la costa venezolana. ¿Sería sacrílego someter sus restos a una prueba de ADN?  Estas notas son anteriores a los estudios de antropología forense realizados.

Finalmente el origen de este término "nudo de la Marín" al parecer proviene de la mala voluntad del escribano venezolano Rafael Diego Mérida y el político y militar peruano José de la Riva Agüero, enemigos políticos del Libertador. Doña María Josefa Marín de Narváez, nació en el año de 1668, y bautizada en la catedral de Caracas el 26 de abril del siguiente año, según consta en el Libro V de Bautismos de Blancos; hija natural reconocida del capitán Francisco Marín de Narváez.  La condición de su nacimiento, y la caballerosidad del padre al mantener oculto el nombre de su madre, fueron nuevas causas de los rumores, porque con su influencia pudo haber hecho no necesitar dispensación para registrar como blanca a la hija de una india, o a una negra como la célebre esclava blanca, Isaura la protagonista de la tele novela brasileña de ese nombre.

Pero existe otro documento: el testamento del capitán Marín de Narváez, del cual puede desprenderse que reconoció tener una hija natural en una doncella principal, cuyo nombre calló por varón, pero no se casó con ella, aunque señala que la falta de necesidad de «dispensación», acusa su raza blanca; y que el término «doncella principal», en los siglos XVI y XVII, tiene la acepción de una sirvienta de piel clara de las grandes señoras.

Dicho lo anterior dejamos a juicio, los rasgos destacados por dos pintores, uno identificado como Simón Bolívar, libertador de su patria, cuyo autor es anónimo perteneciente a la colección del doctor Leonardo Altuve Carrillo, Caracas, el cual hace referencia: Edición Príncipe del Canto a Junín, París, 1826.

Pero mucho más marcados los rasgos en el pincel de José María Espinoza, realizado en Bogotá durante los últimos años de su vida, después de 1828, antes de 1830, el cual pertenece a la colección del señor Arnold Zingg de Caracas.
 Si realizamos un análisis a la Carta de Jamaica (1815), a la luz de la aventura reciente del Libertador dentro de lo que había sido hasta aquel momento, una guerra civil, llamada entonces guerra de colores, la cual surgió de la crisis de autoridad del Rey, para defender la Independencia declarada el 5 de julio de 1811 por una minoría de la población, donde apenas había un representante por los pardos.

Si revisamos la cronología de la experiencia vivida por Simón Bolívar soportó la discriminación racial, tanto por el bando de los blancos bogotanos que lo apodaban El Longanizo, atribuirlo al color de la piel, resulta lógico si lo vemos fuera del contexto bogotano donde vivía un excluido que vestía con casaca militar roída y usaba condecoraciones y sobrevivía como indigente en los alrededores de la plaza principal.

También están las referencias de Simón Rodríguez en Defensa de Bolívar, donde señala con indignación que aquellos que una vez le tendieron la alfombra a su paso, cuando cayó en desgracia lo llamaban el “sambo ese”.  De manera que el residuo de la degenerada clase mantuana no ha cambiado desde entonces.